David Bowie y su paso por la Argentina

La llegada de David Bowie a la Argentina vino a saldar una deuda de muchos años. Pero la espera valió la pena. El debut del “Duque Blanco” en nuestro país recompensó ampliamente la paciencia del público local.




En el tramo final de 1990, con la economía en vías de normalizarse tras la hiperinflación, David Bowie llegó a Buenos Aires. Fue el 29 de septiembre y en el estadio de River, en el marco de una primavera de súper estrellas del rock que tocaban suelo argentino.
Después de años de no figurar en el mapa de las giras internacionales, de pronto, la muy rockera plaza argentina comenzó a ser un negocio atractivo para solistas y bandas. Así fue como pasaron en el primer lustro de los ’90: Eric Clapton, Prince, The Cult, Madonna, Nirvana, Michael Jackson y hasta el mismísimo Paul McCartney. Y a pesar de que la lista fue muy larga y variada, la visita de Bowie no fue una más.
Si bien la primera razón era cumplir con el objetivo pendiente, su trascendencia fue mucho más allá. El “Sound + Vision Tour” bajó el telón justamente aquí, después de visitar 27 países y de brindar 108 conciertos. La gira, que comenzó el 4 de marzo en Canadá, llevó a Bowie a Estados Unidos, a buena parte de Europa, Tokio y a Sudamérica (incluyó Brasil y Chile). A lo largo de nueve meses hizo un repaso por todo su repertorio bajo la promesa de despedir de los shows en vivo a buena parte de sus más emblemáticas canciones. Sin dudas, la fidelidad de más de dos décadas hacia uno de los artistas más grandes del rock, nos trajo el privilegio a quiénes estuvimos presentes de escuchar por última vez varios de sus himnos.
Para muchos, la decisión de Bowie resultaba incomprensible. Para otras, era una movida de su lógica de ajedrez. Un creador con los ojos puestos en el futuro, alguien que nunca se sintió cómodo en la zona de confort creativo, sino que siempre arriesgó a transitar por nuevas sonoridades y planteos estéticos, era razonable que quisiera desprenderse de cualquier rasgo de melancolía. “Space Odity”, “Heroes”, “Blue Jean”, “Rebel Rebel”, “Fame”, “Ashes to ashes”, “Fashion”, “Young Americans”, “Let´s Dance”, “Golden Years” y “Ziggy Stardust” se sucedieron una a otra y hasta hubo tiempo para el regalo de un par de covers con joyas como “Gloria” (el tema que Van Morrison compuso para Them y que se hizo famoso en la versión de The Doors, la banda de Jim Morrison).
Fiel a su estilo, la puesta iba mucho más allá de un concierto estrictamente de rock. Las luces, la escenografía y, fundamentalmente, la inclusión de tramos bailados (creados  por el coreógrafo canadiense Édouard Lock junto a su grupo La La La Human Steps y por la figura central, la mítica bailarina moderna Louise Lecavalier )y la guitarra poderosa de Adrian Belew le aportaron el resto.


Y así como se fue, Bowie volvió a Buenos Aires. Fue en 1997, para el Festival Rock & Pop en la cancha de Ferro. Allí presentó Earthling, pero la propuesta fue muy diferente. Se trataba de su disco número 19, que encajaba a la perfección en los años de su sonido más industrial y su vida en la bulliciosa New York. Sin perder su esencia british (en la tapa aparecía de espaldas con un saco con la bandera británica dibujada), aquel 7 de noviembre, nos introdujo al sonido “cyberpunk” y nos lanzó al futuro.
Se sumó a una grilla que incluía a Bush, No Doubt, Molotov, Café Tacvba y Babasónicos, entre otros. Si a propósito de su primera visita, David concedió una única y breve entrevista a Antonio Gasalla para la segunda ocasión fue entrevistado por Mario Pergolini para el programa radial "¿Cuál es?" en el Centro Cultural Recoleta y cantó tres temas.



Hoy, que nos toca despedirlo, agradecemos sus visitas en cualquier de sus presentaciones. Porque si hay algo que queda claro cuando se habla de David Bowie es que el envase no altera el producto. Vestido de extraterrestre, con traje y corbata o con estética post punk...el núcleo está intacto: estábamos asistiendo a la forma más excelsa del rock.

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